LA PRESIÓN ATMOSFÉRICA: CICLONES Y ANTICICLONES

Llamamos presión atmosférica al peso del aire sobre un punto determinado de la superficie terrestre. El nombre de «presión» no es arbitrario, ya que el aire ejerce efectivamente una fuerza sobre el suelo. Esta fuerza se mide con el barómetro, instrumento inventado por Torricelli en el siglo XVII, que permite determinar la presión ejercida sobre 1 cm2 de la superficie terrestre por una columna de aire que llega hasta el límite exterior de la atmósfera.

Como valor medio de la presión atmosférica se toma el que corresponde a la altura del nivel del mar, que es de 760 mm 0 1.013 milibares. El milibar es una unidad de medida empleada en meteorología que se aplica al peso del aire, y que equivale a 0,75 mm de mercurio.

El hecho de que se haya establecido una presión media significa que en nuestro planeta existen grandes diferencias en la presión atmosférica. En efecto, la presión disminuye con la altura, por lo que es menor en la cumbre de una montaña que a orillas del mar.

Existen además grandes áreas a distintas presiones, que se suceden desde el ecuador hasta los polos con una distribución semejante en los dos hemisferios. Forman amplias franjas que rodean la Tierra y en las que se van alternando las altas y las bajas presiones. El conjunto de estas grandes unidades de presión homogénea recibe el nombre de circulación general atmosférica, y se trata en un epígrafe especial dentro de este mismo capítulo.

Antes, sin embargo, conviene formular y responder algunas preguntas: ¿qué son las altas y bajas presiones?, ¿cómo se forman y cómo se comportan estas unidades atmosféricas?

Las respuestas son muy sencillas. Una alta presión es una zona de la atmósfera donde el aire tiene un peso superior al de su valor medio. Las altas presiones se denominan también anticiclones, y pueden ser de origen térmico o dinámico. Son de origen térmico cuando se forman por enfriamiento del aire, ya que el aire frío es más pesado que el aire caliente, y son de origen dinámico cuando surgen bajo el impulso de alguna fuerza atmosférica. En ambos casos, este aire más pesado tiende a descender, y se forma entonces el torbellino descendente que caracteriza a los anticiclones. Estos no son, por tanto, zonas estáticas sino dinámicas, en las que el aire gira (en el sentido de las agujas del reloj, en el hemisferio norte, y en sentido contrario, en el hemisferio sur) y desciende al mismo tiempo, dando lugar a una dispersión de los vientos al llegar al suelo.

En las latitudes medias, el contacto entre una masa de aire frío y una masa de aire caliente da lugar a la formación de frentes, que a menudo evolucionan a través de las fases siguientes: A. masa de aire estacionaria; B. desdoblamiento de un frente frío y un frente cálido; C. crecimiento de la depresión; D. aumento de la inestabilidad; E. oclusión del frente cálido con el frente frío; F. final de la perturbación.

En los anticiclones el aire realiza un movimiento descendente, mientras que en los ciclones lo realiza ascendente.

Las bajas presiones, por su parte, son zonas de la atmósfera donde el aire tiene un peso inferior al de su valor medio. Se denominan también ciclones, depresiones o borrascas y, al igual que los anticiclones, pueden ser de origen térmico o dinámico. Son de origen térmico cuando se deben a un recalentamiento del aire, ya que el aire caliente es menos pesado que el aire frío, y de origen dinámico cuando es una fuerza cualquiera la que obliga al aire a elevarse. Así, pues, en los ciclones el aire se eleva en lugar de descender, que es lo que ocurre en los anticiclones. Los ciclos nes son, por consiguiente, centros en los que los vientos convergen al nivel del suelo, desde donde se elevan girando en sentido contrario al de las agujas del reloj, en el hemisferio norte, y en el mismo sentido de las agujas, en el hemisferio sur.

Por lo general los anticiclones dan lugar a tiempo seco y soleado, mientras que los ciclones son focos de nubes y de precipitaciones. Esto es así porque en los ciclones el aire asciende y, al ascender, se enfría, y este enfriamiento que provoca la condensación del vapor de agua y la consiguiente aparición de la nubosidad.

Por este motivo, cuando en las previsiones meteorológicas se muestra un mapa que indica la presencia de un anticiclón (A), o se nos dice que estamos bajo el efecto de una zona de altas presiones, se puede deducir ya, sin necesidad de más información, que dominará el tiempo soleado. En cambio, si se muestra un mapa con una o varias borrascas (B), o se señala el predominio de bajas presiones, hay que prever que el tiempo será desapacible, con nubes aseguradas y acaso también precipitaciones.

En los mapas del tiempo, los meteorólogos representan las zonas de altas y bajas presiones como círculos más o menos irregulares y grandes formados por líneas concéntricas. Estas líneas, que se denominan isobaras, sirven para representar gráficamente la presión atmosférica, ya que unen los puntos en los que en un momento dado, el aire pesa exactamente lo mismo, es decir, los puntos que tienen la misma presión atmosférica. Cuando las isobaras están muy juntas, significa que existe una gran diferencia de presión entre puntos muy cercanos de la superficie terrestre, lo que suele dar origen a fuertes vientos. En cambio, cuando están más distanciadas unas de otras, indican que las diferencias de presión son menores y la estabilidad atmosférica mayor. Estas diferencias de presión representadas por las isobaras se designan con el nombre de gradiente de presión o pendiente barométrica.

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